Por : Fernando Rodriguez
Fuente: Diario Tal
Cual
Ya estamos acostumbrados a que
José Vicente Rangel anuncie en casi todos sus programas dominicales una
inminente conspiración, un magnicidio o un genocidio, de origen nacional y/o
internacional, sin que ello tenga mayores repercusiones en la opinión, ni
siquiera continuidad en su reiterado oficio de descifrador de planes macabros.
Eso le obliga a subir cada vez más el nivel de truculencia de
sus denuncias y a poner más rigidez y tragicidad en su rostro al hacerlas.
Hay que reconocerle que en su última intervención televisiva
logró el objetivo de hacerse oír.
Realmente no es una bagatela decir que la oposición de
ultraderecha venezolana ha comprado en Dallas 18 aviones de guerra que serán
resguardados en una base norteamericana en Colombia y cuyo fin es,
naturalmente, atacar al gobierno bolivariano, son parte de una descomunal conspiración
contra el socialismo del siglo XXI.
Esto ha producido que el vicepresidente colombiano haya sugerido
que hasta la ONU debería intervenir dada la magnitud de la afirmación que
involucra a tres países, seguramente muchísimos millones de dólares que alguien
de un descomunal poder ha desembolsado y, en definitiva, la paz del continente.
De ahí al otro extremo, a que Henrique Capriles lo catalogara, a
nuestro entender con más realismo, de un buen chiste “solo posible en una mente
retorcida y oscura como la de ese nefasto personaje”, amén de recordarle sus
vínculos con comisiones y corruptelas.
Sería interesantísimo que Rangel nos cuente el próximo domingo
cómo y cuándo van a entrar en acción esos temibles aparatos y el papel que
Obama, Santos y Capriles tienen en esa eventual pequeña guerra de las galaxias.
Por supuesto el presidente Maduro no dudó un instante en avalar
la tesis, recuérdese que se lo persigue continuamente, entre otras cosas para
inocularle un veneno de larga duración.
Es más, precisó que son gente del petróleo radicada en Colombia
y algunas compañías petroleras los actores principales del filme.
Pero hay más, el ministro del Interior, que al parecer también
le gusta jugar a inventar cuentos de intrigas internacionales, como el del
cineasta Tracy y algunos otros, agarró media docena de colombianos, al parecer
malandrosos, más bien narcotraficantes, y dedujo como si se
tratara de una inferencia matemática que de seguro iban a matar a Nicolás o en
su defecto a algún otro alto dignatario. Colombiano preso, colombiano agente de
las más arteras conspiraciones transnacionales.
Si se juntan todas estas variantes hay que concluir que
delincuencia aterradora, desoladora escasez y volcánica inflación son
pistoladas en estas horas de preguerra que vivimos.
La verdad es que no sabemos en qué va a parar todo esto, sus
efectos, si no sucede lo peor, podrían limitarse, por ejemplo, a que la gente
multiplique sus compras nerviosas, y aumente la escasez, dada la amenaza
bélica, que ya es bastante.
O a que se deterioren las relaciones con Colombia y haya sido
vano el esfuerzo moral y político del Gigante por convertir a su más odiado
enemigo en su nuevo mejor amigo, lo cual sería lamentable.
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