6 de febrero de 2015

Papel Tualé: Alternativas para suplir su ausencia

Por Rubén Monasterios
Fuente: Prodavinci.com

Tengo la convicción de cumplir con un deber de solidaridad patriótica con mis conciudadanos al divulgar algunos procedimientos destinados a suplir la ausencia del papel tualé.

La solución tradicional en un ambiente de miseria, es el papel periódico. Es la adoptada por los cubanos. La carencia del producto es uno de sus crónicos agobios. De ahí que, al favorecer la escasez del papel tualé en Venezuela, el gobierno doméstico sea fiel a su política de imitar a la metrópoli caribeña, porque usarlo es, naturalmente, un hábito burgués. El problema con esta solución es que el papel periódico también es un bien escaso en Venezuela.

En la isla, cuando se consigue, por un paquete de cuatro rollos deben pagarse 28 pesos. Aproximadamente el equivalente al sueldo de dos días del trabajador promedio. No por otra razón los náufragos del Mar de la Felicidad lo sustituyen por el periódico oficial Granma. Sus ejemplares cuestan apenas 20 centavos, sea el del día o números viejos, y no debe sorprender que su precio sea idéntico “porque todos se usan para el mismo propósito”, dice un informante que pide no ser identificado “para evitarse problemas con las autoridades”.

Granma abunda en Cuba, y hasta regalado se consigue; no obstante, para limpiarse los residuos del bolo fecal, los cubanos prefieren las revistas chinas, cuyo papel es más suave. Estas publicaciones representan una opción importante para los venezolanos puestos en las mismas circunstancias, por cuanto se anticipa una avalancha de ellas con la novísima sumisión del gobierno nacional al imperialismo chino.

Y a propósito de los chinos, fueron ellos los primeros humanos en usar papel para limpiarse, a partir de su invención por el eunuco Kai Lun, en el siglo II d.C. El manufacturado a partir de residuos de seda estaba reservado al emperador; los demás chinos lo hacían con papel proveniente de cáñamo. 

De convertirse China en nuestro proveedor de papel tualé, seguramente será este el que nos suministre, porque todo cuanto exportan los chinos es de dudosa calidad. No es una opción recomendable, porque el papel tualé de cáñamo deja el culo como la rosa púrpura del Cairo.

En tiempos más remotos, los romanos se valían de esponjas marinas. En toda letrina pública había varias de ellas adheridas a un palo. Cada persona debía lavarla en un recipiente de agua dispuesto a tal efecto, como gesto de cortesía hacia el próximo usuario. La esponja es, en consecuencia, otra posibilidad de los venezolanos para suplir el ansiado producto. Por suerte, el país cuenta con kilómetros de costas marinas.

Con el correr del tiempo cambiaron las prácticas higiénicas; en la Edad Media desaparecieron las letrinas y la gente hacia sus necesidades fisiológicas en vasijas, se limpiaba con la mano y como complemento lanzaba los resultados por la ventana, acompañando la acción con la advertencia a leco herido de “¡Agua va!”, y que se jodiera el transeúnte que no se apartara con premura.

Fuera de toda duda, la mano es el recurso más primitivo y económico para limpiarse, y en tal sentido viene a ser cónsono con la involución cultural y la miseria de los venezolanos de la actualidad. Da asco, lo admito, pero uno se acostumbra a todo. ¿Acaso no nos hemos acostumbrado a cosas peores? Sugiero, tratándose de esta opción, seguir la tradición árabe consistente en reservar la mano izquierda a tal efecto y la derecha para comer y otros usos.

Nuestros remotos antepasados cavernícolas no se limpiaban el trasero; según una hipótesis de los paleoetnólogos, esa necesidad viene con la evolución. Al perder el pelo corporal el hombre tuvo que cubrirse con pieles y tejidos. Consecuencia de ese proceso fue el desarrollo de hábitos de aseo personal relacionados con las descargas orgánicas; en tal sentido se hizo indispensable despojarse de la ropa para llevarlas a cabo y limpiarse a propósito de evitar impregnar el vestido con los residuos de sus excrecencias.

En el contexto de la cultura del maíz, cuando ni letrinas ni bacinillas había, la gente simplemente se dejaba ir por ahí, detrás de unas breñas, y se limpiaba con una tusa de la mazorca. En Venezuela, un país en el área de esa cultura, hay tusas de sobra; empapadas en agua, son una alternativa plausible para el aseo posevacuativo.

El problema radica en que si el gobierno culmina el abuso de cogerse las acosadas empresas ocupadas en procesar el maíz para hacer la harina pan, no habrá quien lo haga, y escasearán las tusas sobrantes de su elaboración. Y aquello de limpiarse con la mazorca entera, resulta a todas luces doloroso; y con las hojas de la planta, sería un culisuicidio. Más o menos equivalente al harakiri japonés hecho al revés, porque cortan como un cuchillo.


En otros ambientes se usaba cualquier hoja vegetal del entorno a la que uno podía echar mano. Quizá a eso llegaremos. ¡Ojalá que las únicas disponibles para quienes nos ha llevado a este desastre sean las de ortiga!