Por Brian Winter
Más de una década después
del épico colapso financiero de Argentina del 2001/2002,
muchos inversores
están abandonando el país nuevamente.
Desde grandes compañías chinas
y brasileñas, como la minera Vale SA, hasta propietarios de pequeños negocios y
ahorristas, los temores a una nueva crisis provocaron la cancelación de
inversiones y la salida de maletas repletas de efectivo.
El éxodo masivo, que sólo pudo
ser frenado por los controles de capitales impuestos por la presidenta Cristina
Fernández, está amenazando con socavar aún más la tercera economía de
Latinoamérica, dejándola con escasa liquidez y pocos puestos de trabajo nuevos.
Los problemas van desde el
trato hostil que da la presidenta al sector privado, severas distorsiones
financieras, como el tipo de cambio paralelo, hasta la sensación generalizada
de que Argentina está a punto de sufrir uno de los periódicos espasmos que han
afectado al país cada 10 años desde 1930.
Algunos creen que esos temores
son exagerados, argumentando que Argentina ha desafiado las predicciones
apocalípticas en la última década, que fue el mejor período económico del país
desde la Segunda Guerra Mundial.
Igualmente, para muchos la
sensación es que se está gestando una tormenta.
"El final de esta
historia ya fue escrito y termina en crisis", dijo Roberto Lavagna, quien
como ministro de Economía entre el 2002 y el 2005 ayudó a crear el marco del
actual modelo económico argentino, focalizado en la exportación.
Aunque todos coinciden en que
ninguna crisis sería tan mala como el colapso del 2001/2002, durante el que
hubo revueltas sociales, dos presidentes renunciaron y la economía se desplomó,
podría ser suficiente como para afectar la vida cotidiana de los argentinos y
los planes de negocios.
Apostando a medidas de corto
plazo, como los controles de precios y la prohibición para la compra de
dólares, Fernández podría estar sólo demorando lo inevitable, mientras acumula
aún más problemas.
"Mientras más quieran postergarlas
(medidas para recuperar la confianza), peor serán las consecuencias", dijo
Lavagna, quien formó parte del Gobierno de su antecesor y esposo de Fernández,
Néstor Kirchner, antes de que la pareja comenzara con lo que él considera la
agenda anti-negocios.
"No se puede tener
crecimiento sin inversión", agregó.
Ministros clave de la
administración de Fernández se negaron a ser entrevistados para este artículo.
Luego de una fuerte
desaceleración de la economía argentina el año pasado y las crecientes preocupaciones
en lugares como Washington y Brasilia, Reuters habló recientemente con unas dos
docenas de figuras relevantes de la industria, las finanzas, la academia y la
política para tratar de analizar adónde se dirige el país.
Algunos se negaron a hablar
"on the record", mencionando los crecientes esfuerzos del Gobierno de
Fernández por intimidar a sus críticos.
Aún entre aquellos que no
están involucrados en el proceso político, la sensación es que Argentina cayó
en su viejo hábito de alejar el capital privado, una de las principales razones
por las cuales desde 1930 se viene distanciando del lugar que ocupaba entre las
naciones más ricas del mundo.
"No se puede sostener lo
que están haciendo ahora. Es difícil creer que está sucediendo
nuevamente", dijo David Rock, profesor de la Universidad de California, en
Santa Barbara, y autor de varios libros sobre la historia económica argentina.
INDISCIPLINADO
Argentina ha sido algo
indisciplinado en sus finanzas por años. Desde la cesación de pagos de 100.000
millones de dólares durante la última crisis, el país quedó sin acceso a los
mercados de capitales y es considerado un lugar de alto riesgo para hacer
negocios.
Fernández confiscó los fondos
de pensión privados para ayudar a pagar deudas en el 2008 y nacionalizó algunas
compañías.
Su Gobierno es ampliamente
acusado de manipular datos económicos, la inflación está alrededor del 25 por
ciento y las firmas extranjeras no pueden repatriar utilidades.
Hasta hace poco, sin embargo,
la economía continuaba creciendo y, la mayoría de las veces, a una tasa del 8
por ciento anual o aún superior.
¿Entonces qué cambió?
Primero, el efecto de años de
alta inflación, lo que hizo que las industrias argentinas pierdan
competitividad mientras que los precios de sus productos de exportación clave,
como la soja, están cayendo.
Y segundo, los principales
socios comerciales con los que el país aún no se ha enfrentado, también
empezaron a darle la espalda.
La decisión de Vale en marzo
de cancelar una inversión de 6.000 millones de dólares en una nueva mina de
potasio fue emblemática.
La compañía, que es
fuertemente influenciada por el Gobierno brasileño, se marchó debido a la
creciente brecha entre el tipo de cambio oficial y el del mercado negro, que la
hubiera forzado a asumir costos en dólares a un nivel 50 por ciento más alto
que las ganancias que recibiría.
Inmediatamente, el secretario
de Comercio Interior, Guillermo Moreno, exigió una reunión con funcionarios
brasileños.
En el encuentro, Moreno
amenazó con ordenar detener a ejecutivos de Vale a menos que la compañía
reviera su decisión, de acuerdo con tres funcionarios brasileños con
conocimiento de la conversación.
Ni Moreno ni sus portavoces
respondieron a los varios requerimientos para que comenten sobre la
información. El ministro de Economía, Hernán Lorenzino, tampoco respondió a un
pedido de entrevista.
El trato hostil, y otros
recientes cortocircuitos, enfurecieron a la presidenta brasileña Dilma Rousseff
y provocaron que su Gobierno bajara de categoría a la relación entre su país y
Argentina, dijeron dos altas fuentes diplomáticas.
Las dificultades en las
relaciones con China se han mantenido bajo discreción, pero han sido
preocupantes.
El grupo de granjas estatales
Heilongjiang Beidahuang, una compañía china de inversión, había acordado ayudar
a construir varios proyectos, desde parques eólicos a mejoras en la red
ferroviaria en la provincia de Buenos Aires.
"Lo que pasa es que esos
temas se han ido demorando un poco por la situación política de
Argentina", dijo Oscar Gómez, un asesor del grupo.
"Hoy por hoy, el dinero
que traen presupuestado a los dos meses no les alcanza. Todo juega en contra de
la Argentina. Hoy no hay inversión porque a nadie le conviene", agregó en
referencia a la alta inflación y el sistema cambiario, entre otros factores.
ENFRIAMIENTO DE LA INVERSION
LOCAL
Compañías chinas también
suspendieron o demoraron enormes inversiones en hidrocarburos no convencionales
y urea, dijo Diego Guelar, un ex embajador ante Estados Unidos y autor de un
libro a punto de ser publicado sobre las relaciones entre Buenos Aires y Pekín.
"Brasil y China eran
nuestros últimos socios con dinamismo, entonces, ¿ahora qué?", dijo
Guelar. "¿Quién va a crear puestos de trabajo?", resaltó.
La respuesta no parece estar
en las compañías argentinas. El índice de confianza empresarial de la Universidad
de Belgrano cayó un 4,4 por ciento interanual en el primer trimestre a niveles
cercanos a los vistos durante la crisis financiera global del 2008/9.
Economistas dijeron que el
sector privado probablemente no creó nuevos empleos netos el año pasado, con
sólo el Gobierno generando nuevos puestos de trabajo. El desempleo se
incrementó un punto porcentual en el primer trimestre al 7,9 por ciento, su
máximo de tres años.
Algunos seguidores de
Fernández argumentan que el robusto consumo doméstico será suficiente para
sostener la economía. Y es verdad que, a diferencia de la última crisis, las
famosas parrillas de Buenos Aires y sus bares lucen repletos de personas hasta
bien pasada la medianoche.
"Es cierto que hay un
problema severo de inversión privada, pero eso siempre fue un tema acá",
dijo el analista político Artemio López.
"Tenés capital
especulativo e improductivo que siempre se fuga cuando tienen la oportunidad de
hacerlo", agregó.
No todos están huyendo. La petrolera estadounidense Chevron
Corp dijo el mes pasado que planea invertir hasta 1.500 millones de dólares en
hidrocarburos no convencionales en Argentina.
Y todavía hay cerca de 500 empresas estadounidenses en el
país sudamericano y muchas generan ganancias y continúan invirtiendo, según una
fuente cercana a esa comunidad empresarial.
Pero, la misma fuente concedió que en muchos casos no hay
otra opción que realizar inversiones ya que los controles de capitales
impuestos por Fernández no permiten repatriar utilidades.
"ES TRAGICO"
Estadísticas oficiales, cuestionadas frecuentemente en
Argentina, sugieren que los controles ayudaron a contener la salida de fondos,
al menos por ahora.
La fuga de capitales neta se redujo a 3.400 millones de
dólares en el 2012 desde 21.500 millones de dólares en el 2011, con un pequeño
saldo positivo de 110 millones de dólares en el primer trimestre de este año,
según el Banco Central.
Otra evidencia muestra que la presión del dinero que busca
abandonar el país se está intensificando. En los últimos meses, Fernández aprobó
diferentes medidas para limitar los retiros de efectivo en el extranjero usando
tarjetas de crédito e impuso recargos para la compra de pasajes aéreos.
La demanda de divisas fuertes es tan alta que los argentinos
están dispuestos a pagar un premio del 60 por ciento sobre la tasa oficial de
cambios para hacerse de dólares en el mercado negro.
Muchos creen que Fernández sólo está tratando de mantener la
economía en funcionamiento hasta las elecciones legislativas de octubre, lo que
provoca que los ahorristas busquen refugiarse en el billete verde.
Los argentinos frecuentemente cuentan en privado historias
sobre los dólares que guardan en cajas de seguridad en bancos o bajo sus
colchones, y cómo aprovechan viajes al exterior para sacar sus ahorros del país.
"Nadie quiere ser el último", dijo Marcos Aguinis,
autor de varios best sellers políticos y novelas.
"Es trágico por ser tan previsible, pero esto claramente
se está desmoronando de nuevo", agregó.
Una de las frases más escuchadas en Buenos Aires es que llegó
el "fin del ciclo", un concepto típicamente argentino para referirse
a la noción de que la economía, y muchas veces los gobiernos, colapsa
regularmente para dejar paso a algo nuevo.
Entonces, ¿por qué eso continúa pasando?
"He estado intentando responder a esa pregunta durante
50 años", dijo el historiador Rock. "Para ser honesto, aún no lo
sé", concluyó.