Como
las colas que copan hoy parte importante del tiempo de miles de venezolanos, la
situación política de Venezuela se ha convertido en una larga espera. El país
se encuentra en vilo, con un sector golpeando desde todos los ámbitos tratando
de salvar un modelo que ya pereció, buscando enemigos y cazando fantasmas; por
el otro lado se encuentra un sector importante del país al acecho de nuevas
oportunidades, respirando profundo mientras llega una nueva etapa. La
interrogante, al igual que en las largas filas, es: ¿cuánto falta?
A
quienes desean una estrategia más activa, por no decir de confrontación, tal
vez sin la conciencia del riesgo que eso representa en un escenario dominado
por una mezcla peligrosa de intereses económicos internacionales y la euforia
de una ideología. Además de ello, la conciencia del pueblo venezolano es
democrática, como lo demostró en el 92 manteniéndose fiel a ésta, a pesar de
compartir los sentimientos que movieron a los insurrectos.
Bajo
estos principios, la llamada oposición ha transitado una larga espera, jugando
un juego en desventaja, aprendiendo de sus errores, con tareas aún por hacer,
pero consciente que su espacio no es otro que el democrático. Inclusive,
llegados al punto de un gobierno al que un sector importante del país no
reconoce, la ruta sigue siendo institucional y democrática. Al final, en
términos más concretos, la estrategia sigue siendo esperar, lo que no implica
pasividad.
¿Por
qué esperar? Entre otras cosas porque había un sector importante del país al
que no se le podía imponer el cambio, ha tenido que irse dando cuenta poco a
poco del fracaso del modelo oficial. Y ese proceso de desencanto ha sido lento,
no solo por algún tipo de hechizo mágico, sino por la dificultad que ha habido
para regalarle una esperanza distinta. En las pasadas elecciones esa esperanza
se tradujo en votos, hoy el reto es evitar que vuelva el desencanto. La espera
ha sido larga para muchos, como lo fue para otros antes, la gran tarea de la
próxima Venezuela es que todos avancen evitando que la vida se convierta en una
mirada en el vacío esperando que algo ocurra.
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