Por:
Ángel Oropeza
Fuente:
El Universal.
A pesar de sus diferencias entre sí, es posible
elaborar un perfil de los argumentos y creencias típicas del abstencionista
venezolano, esas personas que, la mayoría víctimas del cansancio, otras guiadas
por su buena fe y unas pocas con evidentes intenciones políticas, manifiestan
no querer votar en las cruciales elecciones del próximo domingo. A partir
de esas creencias y alegatos, se puede construir una lista de los 4 principales
mitos que alimentan la abstención tan anhelada por el gobierno, así como las
respuestas y aclaratorias a tales ficciones electorales.
1. "En el CNE no se puede
confiar, y por tanto lo mejor es no votar". La primera parte de la oración
es cierta, y quizás es la única de las razones esgrimidas por los
abstencionistas que no es un mito. Lamentablemente es verdad, y las encuestas
así lo recogen. El CNE es cualquier cosa menos imparcial, y siempre va a jugar
contra el pueblo. Pero su juego principal es precisamente que el pueblo no
vote. Por tanto, caer en ese juego, es caer en la trampa.
2. "Votar no ha conducido
hasta ahora nada". Falso. La única estrategia que ha significado
crecimiento de la oposición, disminución del apoyo popular hacia el gobierno y
acercarse cada vez más a la posibilidad real de un cambio político en
Venezuela, es la estrategia de organización ciudadana, acumulación gradual de
poder e insistencia en la vía electoral. Ahora que se está cada vez más cerca
del objetivo, renunciar a esta estrategia es hacerle el juego al Gobierno, y es
precisamente lo que él espera.
Toda la inmensa fuerza popular que se ha construido
–y el gobierno de Maduro no puede decir lo mismo – ha sido hecha sobre
organización y votos. El domingo es otro capítulo de la misma lucha. La
oposición es hoy mayoría en el país, y tiene la oportunidad de demostrarlo de
manera inequívoca y contundente. Además, ni el CNE ni las trampas soportan un
diluvio de votos. De hecho, los abusos y las trampas se descubren porque
votamos. Y eso es justamente lo que el Gobierno quisiera evitar.
3. "No es seguro que el voto
sea secreto, y por tanto no es bueno arriesgarse". Falso. El 14A volvió a
demostrar que el voto es secreto. Las persecuciones contra algunos funcionarios
y trabajadores del Estado fue por "sospecha de haber votado" contra
Maduro, lo que es una evidencia de la imposibilidad de "saber" por
quién vota la gente. La propia conducta persecutoria del Gobierno es la mejor
demostración que el voto es secreto, aunque quieran que la gente piense lo
contrario para que se atemorice y se abstenga.
4. "No quiero que me roben mi
voto". Este es uno de los mitos que más contribuyen con la abstención. Sin
embargo, está más que demostrado que a nadie en Venezuela le roban su voto. Lo
que el Gobierno hace es "inflar" sus propios votos mediante
mecanismos fraudulentos. Así, por ejemplo, el 14A se demostró que a nadie que
votó por Henrique Capriles le robaron o le cambiaron su voto. Los votos de
Capriles que anunció el CNE son verdad. Lo que no es verdad es la votación de
Maduro, y mucho de eso fue por usurpación de votantes, utilización del nombre
de votantes fallecidos, votos asistidos, etc. ¿O por qué cree usted que el
oficialismo se negó a que se pudieran ver y revisar los cuadernos de votación?
Por eso, frente al ventajismo
electoral, hay que sacar la suficiente ventaja para contrarrestar el
"inflado". El abultamiento de votos a favor de Maduro funcionó en
abril –aunque no pudieron hacerlo más allá del 1% de diferencia- porque la ventaja
opositora fue por muy poco margen. Pero esa es la mejor demostración de
la capacidad limitada de las trampas electorales del Gobierno: a pesar de todo
su poder, no pudieron ir más allá. Una votación amplia, que signifique una
brecha contundente de la oposición, es sencillamente imposible de cambiar. De
nuevo –y en eso hay que insistir hasta el cansancio- la única forma demostrada
de combatir la trampa es votando. El único voto que se pueden "robar"
es el que tú no emites, porque todo espacio en blanco que se deje en los
cuadernos de votación es potencialmente expropiable por el Gobierno
para sí.
La oligarquía madurista sueña con
que la gente se abstenga. Esa es su mayor esperanza. Por eso juega a estimular
la abstención, reforzando los mitos electorales que la alimentan. Si bien
es cierto que las elecciones en Venezuela se dan en condiciones de grosero
ventajismo, desigualdad y obscena corrupción por parte del Gobierno, también es
cierto que las trampas electorales se pueden enfrentar y minimizar con 2 herramientas
principales: 1) una participación masiva, que permita una victoria tan
contundente y con tanto margen, que haga infructuoso el "inflado
artificial de votos" como el que se practicó el pasado 14 A para darle un
triunfo ilegítimo al candidato Maduro, y 2) una organización popular que se
traduzca en una efectiva vigilancia y contraloría ciudadana de todo el proceso
electoral, pero especialmente de los núcleos tramposos cada vez mejor
identificados.
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