Por: Tulio Ramírez
Fuente: http://www.talcualdigital.com
El socialismo del siglo
XXI es, literalmente, una zambumbia ideológica. Para los lectores menores de 40
años este término quizás les resulte un poco extraño. La zambumbia es una
expresión muy venezolana que hace referencia al resultado de combinar todo lo que
quedó del almuerzo y la cena del día anterior, para servirlo en un solo plato y
almorzar al día siguiente.
Es un recurso que
todavía se utiliza en los hogares más pobres del país, y eventualmente en
aquéllos no tan pobres. Así podemos darnos un gustazo con un plato de caraotas
con espaguetis, reforzado con tortilla española, pollo y trocitos de jojoto.
Esta mescolanza siempre
sabe mejor de lo que se ve, pero se aleja de toda la ortodoxia culinaria
recomendada por la literatura gastronómica de los Scannone, Estévez y Lozano,
así como por todo el ejército de nutricionistas y dietistas que se empeñan en
que comamos civilizadamente para preservar nuestra salud y la pureza del aire
en el seno familiar. No siempre estas zambumbias generan malestar estomacal.
Inclusive, mientras más
pobre sea el viandante, menos probabilidad de que termine vaciando los
intestinos antes de que culmine el ciclo de la digestión. Quizás por ello
siempre se ha dicho que el mejor ingrediente de una comida es el hambre.
Para otros estómagos más
delicados y no acostumbrados a este reingeniería culinaria, las consecuencias
son menos aleatorias, se traga con el mismo gusto; pero la pancita, no
acostumbrada a estas improvisaciones, rechaza esta anárquica invasión a sus
predios con la consecuente emergencia sanitaria.
Así se está comportando
la sociedad venezolana ante la zambumbia ideológica que justifica el modelo
socialista que se quiere imponer a troche y moche. ¿Que porqué es una
zambumbia?, saque usted sus propias conclusiones, amigo lector.
Se pregona que la
revolución socialista es humanista, pero deja morir a hombres como Franklin
Brito y mantiene presos a inocentes; se dice igualitaria y no clasista, pero la
burguesía roja está más boyante que nunca; se dice anticapitalista, pero ayuda
a la burguesía internacional comprándole sus productos; se dice soberana, pero
se baja los pantalones ante China y Cuba; se dice obrerista, pero no discute
contratos colectivos y apresa sindicalistas; se dice no consumista, pero obliga
a reducir precios para que la gente compre lo que no necesita; se dice ética
pero compran diputados sin ningún rubor y enjuician con pruebas falsas a otros;
se dice justiciera, pero le tuerce el brazo a los jueces; se dice laica, pero
adora a una deidad con verruga en la frente; se dice democrática, pero calla a
los medios.
Total, es un plato con
ingredientes contradictorios que nos sirven a diario sin aliño y sin sal. Es
cierto, muchos venezolanos han sido capaces de digerirlo, sobre todo los más
pobres, porque se sirve en nombre de ellos y algunas migajas han obtenido para
medio paliar el hambre. Pero hoy día la mayoría no ha sido capaz de tragar tal
zambumbia y se resiste a comérsela obligado.
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