Por:
Editorial
Fuente:
El Nacional
La
semana pasada, la Academia Nacional de Ciencias Económicas hizo público un
documento que tiene carácter histórico: en él, acuciada por las evidentes
manifestaciones de la profunda insolvencia económica, se llama al gobierno a
rectificar, bajo el criterio de que esa rectificación es condición sine qua non
si se quiere dar inicio a un proceso de recuperación, que es ahora mismo uno de
los clamores –lamentablemente no el único- de la sociedad venezolana.
La
motivación de la Academia está a la vista y los oídos de todos: automercados
que tienen metros y metros de anaqueles sin productos; farmacias en las que
falta hasta 40% de los medicamentos; hospitales y clínicas en los que no hay
materiales médicos y quirúrgicos para atender a los pacientes; industrias de
todo tipo que reportan fallas en los insumos de producción que, en algunos
casos, es absoluta: no tienen como reanudar sus actividades. Decenas de centros
de trabajo todavía están de vacaciones porque no hay materias primas con las
que arrancar las operaciones. De las cinco ensambladoras de vehículos que
existen en Venezuela, solo una está en funcionamiento. Hay vehículos que tienen
meses parados por falta de repuestos. Aerolíneas que han dejado de vender
boletos, agobiadas por las deudas ocasionadas por el Estado Maula que no cumple
sus compromisos. Día a día vamos conociendo algunos de los montos de la deuda
en dólares que el gobierno tiene con sectores productivos vitales. Lo esencial
de esos escandalosos atrasos es la consecuencia que se deriva de ellos: escasez
de productos y bienes esenciales para la vida cotidiana.
Lo
dicho hasta aquí no admite refutación: los anaqueles desprovistos y la lista de
lo que no hay es real y alarmante. Esa lista aumenta día a día. La precariedad
de la existencia diaria de los venezolanos no es retórica sino una experiencia
que las familias padecen sin remedio. Pero lo que nadie puede olvidar es que
este estado de cosas ha sido fabricado, sistemáticamente fabricado. Generado de
forma consciente, no solo por unas políticas económicas que son pura ficción,
sino por algo que es mucho peor: los gastos desmedidos, ventajistas y
desproporcionados con el objetivo de garantizar los votos necesarios, en los
que incurrió el gobierno en los dos últimas elecciones presidenciales. El
abismo sobre el que camina la economía de la sociedad venezolana fue construido
sin escrúpulo alguno. En ese momento distintas voces se levantaron para
advertir las consecuencias que esas prácticas representaban: la Suprema
irresponsabilidad, la Suprema y amoral negligencia con los venezolanos y con el
país.
La
principal creación de Chávez y Maduro es el Estado Maula, gobernado desde Cuba.
Ese Supremo Estado Maula tiene un Supremo fundamento: el desprecio, en grado
Supremo, por el pueblo. Porque lo único que prueba el modelo económico en
funcionamiento, con el Supremo objetivo de mantenerse en el poder al costo que
sea, es su plena disposición a generar sufrimientos al pueblo con tal de seguir
disfrutando de los Supremos beneficios que les produce la cada vez menguada
renta petrolera.
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