Por:
Nelson Freitez
Fuente:
Revista Sic Semanal
El título del artículo puede reflejar
uno de los debates públicos actuales entre ciertos sectores de la sociedad
venezolana. Algunos propugnan el inicio de procesos de diálogo entre actores
políticos para abordar problemas y alternativas, dada la magnitud de la crisis
del país. Otros plantean convocatorias de calle para expresar malestares y
opciones de superación de la misma. Lo que unos proponen como prioridad, los
otros lo perciben como contradictorio ó excluyente.
Este dilema entre calle
ó diálogo pudiera ser falso. En la realidad social está claramente superado por
diversos grupos laborales, vecinales o indígenas, los cuales ante el
agotamiento, la imposibilidad o el bloqueo del diálogo con el gobierno nacional
para abordar sus problemas, deciden emprender acciones de calle. Incluso
asumiendo riesgos de ser reprimidos y criminalizados. El incremento de la
protesta pública de calle, sobre todo a partir del 2007 lo evidencia
nítidamente.
Tales grupos protagonizan acciones
colectivas por derechos sociales o económicos, exigiéndole al Estado que asuma
su responsabilidad ante los problemas, utilizando el espacio público para
potenciar sus exigencias y presionar por respuestas efectivas.
En éstas participan
poblaciones de diversas preferencias políticas, aunque pareciera mayormente de
quienes apoyan o han respaldado en algún momento al Gobierno.
La protesta de carácter más global, de
cuestionamiento general a la conducción del Estado, no logra en los últimos
tiempos tener vida propia ni conectarse con las acciones por los derechos antes
señalados. Pudiera estar afectada, entre otros factores, por algunos de estos
obstáculos: 1) La desconexión entre quienes la propugnan con las bases sociales
que viven los problemas. No bastan los contactos electorales, episódicos.
2) El inmenso vacío de organización que aún viven millones de personas que con
todo el malestar que los atormenta carecen de canales orgánicos para
expresarlo. Sobre todo las capas medias y quienes trabajan por cuenta propia.
3) La ausencia de propuestas confiables de enfrentamiento de la situación y las
salidas frente a ésta. Algunos están más centrados en visualizar o prometer el
desenlace final que en el proceso de construcción de una alternativa viable de
cambio político.
Lo cierto es que dada la
multiplicidad de problemas y carencias de la población, la calle viene siendo
un escenario permanente de acción colectiva. Desde hace ya décadas. Es el
recurso más efectivo por que hasta ahora es el único que logra influir en el
gobierno.
El problema reside en los liderazgos
que al asociar la movilización de calle con la violencia, terminan asumiendo el
discurso de la criminalización de la protesta que el gobierno ha buscado
instaurar. De tal forma pudieran estar ejerciendo una política de ‘negociación
palaciega’ no digerible para las bases que padecen los problemas.
Y por otra parte, están
quienes piensan que no se puede dialogar por que se entregan las banderas y que
lo único legítimo es la protesta ´hasta el final´, terminando por olvidar que
la política es un ejercicio permanente de combinación de formas de acción en
distintos escenarios para procurar objetivos colectivos. Seguramente la
combinación diálogo con calle pudiera ser la más efectiva o frente a un gobierno
ineficaz y autoritario.
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