30 de mayo de 2015

EL SILENCIO DE TIBISAY LUCENA

Por: Alexis Alzuru
Fuente: El nacional

Es cierto que el silencio de Tibisay Lucena está cargado de veneno. Pues no le basta con sembrar confusión y desaliento entre los electores como bien ha sido denunciado, sino que con su actitud persigue crear un ambiente dominado por la idea de fraude. Su postura es un mensaje mediante el cual se ratifica que el CNE manipulará este proceso hasta donde el PSUV lo necesite, comenzando por la fecha. La rectora reconoce que desde su cargo puede intrigar; promover dudas y, en especial, reinstalar la leyenda del fraude en el imaginario público. Tibisay Lucena genera lo que algunos llaman el efecto halo. Ha envuelto sus apariciones y declaraciones en un manto de sospechas con la intención de convertir una mentira en certeza. Trasmutar el rumor en verdad es su trabajo. Ella espera que los electores se convenzan de que en las parlamentarias se consumará un fraude monumental, aun cuando en realidad los resultados no se pueden alterar; ni los cubanos participan desde La Habana ni el secreto del voto se viola.
Las parlamentarias son una esperanza para el pueblo, no para Nicolás Maduro ni para Diosdado Cabello. Tampoco son de interés para sus aliados. De hecho, la maquinaria del Estado conspira contra esas elecciones. Por supuesto, no las pueden suspender, de allí que se concentren en desprestigiarlas. Ellos desean que los votantes se pregunten: ¿para qué participar en un proceso cuyo árbitro insinúa que es fraudulento? Y se queden sin respuestas y sin aliento.
En el PSUV las decisiones la toman los más corruptos no los más pendejos. Por eso, a la vez que desacreditan las parlamentarias insisten en presentarlas como otro capítulo de la vieja pugna entre chavistas y una escuálida minoría de opositLos números muestran que los ciudadanos están por encima de las diferencias partidistas. Hay un deshielo; la despolarización se acelera y se avanza hacia el centro. Un espacio donde gana la reunificación y se derrotan los radicalismos. Cada vez hay menos electores que se definen como opositores o chavistas; en su lugar, los ciudadanos retoman la identidad de venezolanos. Malo será que no haya un mensaje que logre transformar en hecho político la disposición por reencontrarse que se registra en los barrios, pueblos y capitales.
Por cierto, la agenda de las parlamentarias es la que está en las calles del país; no hace falta imponer a las mayorías temas que tienen poco que ver con sus expectativas, necesidades y reclamos cotidianos. No arrojará ningún beneficio electoral colocar asuntos que en lugar de ayudar a la reunificación resucitan la división. Personalizar el debate sobre los derechos humanos llevará agua al molino abstencionista del PSUV, no al de la participación masiva. El silencio de Tibisay Lucena causará menos daño que posicionar el problema de los presos políticos en el centro de la campaña.
Es probable que las parlamentarias se realicen en un ambiente tóxico; cargado de incertidumbre, protestas, rumores y tensiones. Incluso, es bueno advertir que los conflictos en Venezuela no cesarán hasta que no se meta en cintura a Nicolás Maduro. Ahora bien, la complejidad del escenario no ha desmovilizado a los electores. Al contrario, los números no dejan duda; las cifras prueban que la gente continúa resteada con la expectativa del cambio. Otro asunto es que los candidatos de la oposición no terminen conquistando la mayoría absoluta de la Asamblea por sus propios desaciertos. Sobre todo, porque unos cuantos siguen sin entender que los problemas de la república son la prioridad, no las penurias de algunos dirigentes.
Que los partidos de la oposición no hayan permitido que algún porcentaje de las candidaturas de la MUD salieran de los consejos comunales, universidades, ONG, cámaras, gremios y sindicatos; en fin, de organizaciones nacionales, regionales y locales, es un error incalificable al que no se le deberían adicionar otros. En particular, aquellas equivocaciones que reducen las parlamentarias a una pelea entre una élite opositora y una oficialista.


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